SOCIEDAD Y OTROS DEMONIOS
Susana Aceves Ascencio
Las personas como recurso, son invaluables para las organizaciones por más sistematizada que se encuentren, sin la integración de los miembros del equipo de trabajo no se logrará la excelencia. Y aunque, ya hay robots que están supliendo actividades de los seres humanos, hasta el día de hoy, no hay uno que al cien por ciento lo desplace.
Es por ello, que hay que entender que todos los que forman parte de una organización: desde el dueño, los directivos, los operarios, los administrativos, y así sucesivamente hasta llegar a las personas que realizan la limpieza, forman parte de un engranaje que se llama equipo de trabajo, con funciones y actividades específicas que unidas en procesos complementarios llevan al logro de los objetivos de la compañía. Si falla uno, los demás no lograrán alcanzar la meta, por más que se esfuercen en alcanzarlos.
Para lograr los resultados esperados se requieren herramientas, equipo, tecnologías, materia prima, recursos humanos, pero, sobre todo, un buen liderazgo que logre la cohesión entre todos los talentos de la organización.
Ser líder no es tarea fácil, ya que requiere tener conocimientos sobre el comportamiento humano, inteligencia emocional, carácter, sentido común, empatía, y sobre todo, ser imparcial y tener criterio propio al momento de tomar las decisiones.
Conocer el valor real de los colaboradores, no dejarse llevar por las apariencias y comentarios mal intencionados, evitar la manipulación y la persuasión de personas que se mantienen en la organización con estas características. Alejarse de esto, hará que haya un ambiente de trabajo armonioso, colaborativo y de paz.
En mi experiencia, se vuelve importante dar a conocer los objetivos, alcances y responsabilidades de cada uno de los integrantes del equipo, en sus actividades diarias o en la puesta en marcha de nuevos proyectos, así como un buen manejo de la comunicación y generar un ambiente de confianza, son claves para lograr el éxito. Las obviedades y suposiciones no entran en esta fórmula.
La confianza y la lealtad de los empleados se construyen desde el trato personal, el reconocimiento a los esfuerzos, el respeto por el trabajo, hacerlos sentir parte de la organización y tratarlos como personas que piensan y sienten, el dejar a un lado los chismes y malos entendidos, la comunicación y el diálogo son fundamentales, así como el respeto mutuo.
El líder no es aquel que se regocija por los triunfos del equipo haciéndolos propios, sino aquel que entiende que el servicio hacia y con los demás es lo más importante, así como compartir y hacer parte a todo el equipo de los triunfos y también de los aprendizajes de un fracaso.
Si lo piensas bien, no es tan difícil cumplir con el papel del líder, sólo es cuestión de sentirse parte de y tener empatía por cada uno de los colaboradores, así como entender que cada uno cumple una función importante en el logro de objetivos.
La vida nos enseña de buena o mala manera que todas las personas somos importantes y en algún momento de la vida necesitarás a quien más despreciaste. Es mejor que sea por las buenas, para esto hay una fórmula sencilla: trata a los demás como quieres que te traten.